jueves, 16 de junio de 2011

EL PELIGRO DE LAS ESPIGAS

Las espigas de gramíneas silvestres que tanto abundan en nuestro entorno, suponen un grave problema en la salud de nuestros perros. Un número importante de propietarios desconocen las patologías relacionadas con estas espigas por lo que será imprescindible darlo a conocer, para de esta forma intentar evitar riesgos y, lo que es más importante, detectar con rapidez los síntomas de la presencia de una espiga en nuestro perro y así poder acudir a nuestro veterinario en busca de ayuda lo más rápido posible.
 
Las espigas son las semillas o formas de reproducción y propagación de las plantas gramíneas. Están diseñadas con esa típica forma de paraguas o arpón, para adherirse a los seres vivos que pasan a su lado y así ser transportadas hasta un punto distante en donde eclosionar, cuando las condiciones medioambientales sean buenas, y reproducir una nueva planta. Esta forma de paraguas les permite, junto con unos ganchos microscópicos, quedar fuertemente enganchadas al pelo de los animales; además con su afilada y dura punta y la imposibilidad de retroceder debido a que se abren a modo de paraguas, se van clavando cada vez con mayor fuerza en el punto en que están ancladas. Esta es la clave de los problemas médicos que se nos producen en nuestros animales, aun cuando en principio pudiera parecer algo insignificante.
Con la llegada de los primeros calores y especialmente en años de primaveras lluviosas que habrán permitido crecer profusamente a las “malas hierbas”, se producen multitud de consultas en las clínicas veterinarias relacionadas con la introducción de una espiga en algún lugar del organismo. Las espigas quedan enganchadas en primer lugar en el pelo del perro al entrar en contacto con ellas durante el paseo. Posteriormente y debido a que como hemos dicho no retroceden, se van desplazando con el movimiento o con el rascado del perro hasta que puedan introducirse en algún orificio natural del organismo o incluso atravesando la piel. En general están más expuestos a estos problemas los animales con el pelo más largo y de tamaño más pequeño, si bien las encontramos en todo tipo de perros.Las principales patologías que producen son:
- Otitis, al introducirse en los oídos. Son el lugar en el que las encontramos con más frecuencia. Resultan muy dolorosas para el perro si tenemos en cuenta que el interior del oído es muy sensible y el material de la espiga áspero y de gran dureza. Al ir avanzando por el interior del conducto auditivo pueden llegar a perforar el tímpano, que es la membrana que separa el oído externo del oído medio. Son responsables de multitud de otitis en los perros, que pueden ser graves. Las encontramos principalmente en perros con bastante pelo y orejas caídas, siendo el principal candidato a padecer este trastorno el “cocker spaniel”. El primer síntoma que debemos identificar con rapidez es la sacudida enérgica de la cabeza y el caminar con esta inclinada. Además pueden gritar o llorar y rascarse con desazón. El veterinario deberá extraerlas con el “otoscopio”, un aparato que permite ver el interior del oído, y unas pinzas especiales muy finas y de gran longitud, llamadas “pinzas de cocodrilo”. Excepto que la espiga no haya penetrado muy profundamente o se trate de un perro especialmente bueno y tranquilo, suele ser necesario ponerle un sedante para poder realizar la extracción. Sin lugar a dudas las espigas auriculares son una de las principales causas de otitis en los perros.
- Introducción en las fosas nasales, cuando se inspira el aire al respirar al lado de las espigas. Es más frecuente de lo que se podría suponer y provoca una fuerte rinitis o irritación de la nariz, siendo los principales síntomas los estornudos exagerados, de aparición repentina, pudiendo acompañarse de secreción o hemorragia nasal. La extracción en este caso es más complicada que en el oído, precisando de anestesia general. Los recovecos o circunvalaciones del interior de las fosas nasales pueden hacer muy dificultosa la localización y extracción de las espiga.
- Ojos, no es raro que las espigas se alojen en el espacio entre el globo ocular u ojo propiamente dicho y los párpados, tanto superior o inferior como bajo el “tercer párpado” propio de los perros. Es fácil imaginar que produce muchísimas molestias, dolor y si no es extraída con rapidez, úlceras corneales. Es importante hacer una buena exploración del ojo pues en ocasiones se introducen en el fondo del saco conjuntival, siendo complicado localizarlas. En algunos casos origina abscesos retrobulbares, que son infecciones de la parte posterior del ojo con pronóstico reservado, y que precisan tratamiento antibiótico y/o quirúrgico.
- En el interior de la boca, clavándose en las encías y provocando abscesos o infecciones, con trastornos de la deglución. En ocasiones las hemos encontrado incluso en los conductos de las glándulas salivares, provocando infecciones e inflamaciones de estas glándulas.
- Espigas interdigitales, que son quizá las que vemos con mayor frecuencia tras las auriculares. Se producen cuando las espiga se queda en un primer momento enganchada en el pelo entre dos dedos, para posteriormente ir presionando y atravesando la piel hasta introducirse en la pata y producir una infección. En ocasiones migran bajo la piel o incluso en profundidad a lo largo de trayectos de muchos centímetros. Se localizan porque el perro se muerde o lame la región, cojea y sangra o supura por una herida o fístula que encontramos entre los dedos. Es imprescindible la extracción quirúrgica de la espiga para conseguir la curación y evitar que pueda seguir migrando.
- Otras localizaciones menos frecuentes son en el prepucio o envoltura de piel que rodea al pene, provocando gran inflamación y muchas molestias; introduciéndose en vagina; bajo la piel en distintos puntos del organismo como el abdomen o cuello; e incluso en el interior del propio abdomen o en el tórax, originando nódulos o abscesos de importancia clínica.
Tanto por la frecuencia como por el alcance de estas patologías, creemos que debe haber quedado clara la gravedad del tema que nos ocupa. Por ello será imprescindible tomar algunas medidas de prevención para reducir su incidencia, ya que debido a la cantidad de espigas que aparecen todos los años con los primeros calores y a la presencia en todos los rincones, será muy difícil impedir su contacto. 
Cuando paseemos con nuestro perro deberemos evitar aquellas zonas que sepamos tengan muchas plantas de este tipo y en el caso de tropezar con espigas, algo inevitable en muchos casos, deberemos revisar completamente el manto de nuestro perro al terminar el paseo, prestando especial atención a las orejas, tanto en su cara externa como interna y a los espacios interdigitales; pudiendo ser necesario en algunos casos un cepillado a fondo. El afeitado de la cara interna de las orejas y de las manos en los perros de pelo largo, también puede ayudar algo.El aspecto más importante será constatar los primeros síntomas en el caso de que una espiga haya superado nuestras precauciones, por lo que estaremos atentos a las sacudidas de la cabeza o a llevar esta inclinada, a las molestias en una extremidad o cojeras, a los estornudos o secreciones nasales, irritación ocular, a heridas en cualquier parte del cuerpo o a cualquier otro signo que nos parezca de importancia. La extracción precoz de una espiga evitará que aparezcan con posterioridad problemas mucho más graves.