Desde hace más de 10 mil años, el hombre empezó a relacionarse con otras especies animales, con un interés más
allá de la supervivencia. Con el paso del tiempo, y por necesidad
básica, apareció la domesticación, “acción de acostumbrar a la vista y
compañía del hombre al animal fiero y salvaje” (RAE, 2014).
Podríamos decir que esta relación, a base de favores mutuos, ha generado
diferentes tipos de reacciones: por ejemplo, hay quienes optan por
mantenerse alejados de cualquier interacción con animales; o, por el
contrario, aquellos individuos quienes generan un apego similar al de
una relación marital o filial. E incluso, en ocasiones llegamos a
considerar que la mascota reacciona de una manera especial sólo con uno mismo; cuando, en realidad, y de acuerdo con la ciencia, se trata de un condicionamiento ante ciertos estímulos.
Con todo, estudios neuroquímicos recientes comprueban que ciertos animales,
como los perros y los gatos, secretan la misma hormona, la oxitocina,
que los humanos durante circunstancias íntimas y afectivas. La
oxitocina, del griego ὀξύς,”rápido”, y τόκος, ”nacimiento”, es una
hormona relacionada con el afecto, el reconocimiento y establecimiento
de las relaciones interpersonales; razón por la cual, se le ha llegado a
apodar “molécula del amor” o “molécula afrodisíaca”.
Mientras que en las mujeres, la oxitocina se libera durante la
actividad sexual, la gestación y el parto para establecer vínculos
afectivos, en los humanos en general, esta hormona aumenta la confianza y
autoestima, reduciendo el miedo social. Esto es debido a que la
molécula inhibe la amígdala, área cerebral encargada de las respuestas
al miedo y a la agresión.
De acuerdo con el estudio de Paul Zak, tanto las mascotas (en
especial los perros) como los humanos también secretan la oxitocina
después de haber jugado juntos; Por consiguiente, conforme esta hormona
aumenta en el animal, incrementa sus años de vida. A diferencia de los
gatos, los perros parecen tener un vínculo más fuerte con sus dueños,
secretando más de esta molécula. Por el otro lado, también se descubrió
que los perros ayudan a reducir el estrés (más que los gatos). En
consecuencia, sus dueños tienden a confiar más en extraños, evitando
emitir prejuicios.
El estudio se llevó a cabo en un refugio de animales en Arkansas,
EE.UU. Ahí se tomaron muestras de sangre de un perro doméstico y una
cabra, quienes solían jugar entre ellos. El objetivo era dejar que
jugaran libremente para que, después de 15 minutos, se pudieran obtener
las muestras. Así se descubrió que el perro tuvo un incremento del 48%
en sus niveles de oxitocina; lo que quiere decir que se sentía cierta
cercanía con la cabra, considerándolo como su “amigo”. Mientras que la
reacción de la cabra fue un incremento del 210%, permitiendo especular
que ella estaba ciertamente enamorada del perro. De hecho, el autor de
la investigación explica que: “La única vez que he visto un rápido
aumento de la oxitocina en humanos es cuando alguien ve a un ser amado,
se siente atraído por alguien o muestra una enorme bondad.”
En consecuencia, así como los humanos también pueden sentirse
atraídos y amar genuinamente a alguien, es posible que los animales (en
especial los perros) también lo sientan. Por ello, es indispensable
poder tanto respetarlos como ofrecerles el mayor cariño posible. Es
poder regresar aquello que ese ser vivo nos ofrece humilde y
desinteresadamente.
Fuente: ecoosfera