jueves, 30 de octubre de 2014

DISPLASIA DE CADERA


La displasia de cadera es un problema muy frecuente en determinadas razas: BullDog, Dogo de Burdeos, San Bernardo, Mastín Napolitano, Pastor Alemán, Rottweiler, Golden… todas ellas presentan una incidencia por encima del 20%.

La displasia es una enfermedad multifactorial, multigénica y hereditaria, es decir, son varios los factores que predisponen y causan la displasia de cadera, son varios los genes implicados en su aparición y tiene carácter hereditario.

Los factores ambientales cada vez son más importantes en el desarrollo de la displasia de cadera, es necesario el factor genético para desarrollar la enfermedad pero este no es el único factor. La genética es un factor necesario pero no excluyente, es decir se puede tener la predisposición genética y no desarrollar la enfermedad pero si no se tiene predisposición esta seguro que no se desarrolla.

Existen varios grados de displasias, y también aquellas que aparecen cuando el perro es cachorro o las que dan problema ya en edad adulta; pero en este artículo nos centraremos en el tratamiento y específicamente en el tratamiento de la displasia a los perros jóvenes.
Clasificación de los grados de displasia según la OFA:

Grado I: mínima alteración con pequeña subluxación y escasos cambios degenerativos.

Grado II: marcada subluxación lateral de la cabeza femoral, cuyo 25-50 % está fuera del acetábulo.

Grado III: el 50-75 % de la cabeza femoral está fuera del acetábulo; hay cambios degenerativos importantes.

Grado IV: luxación de la cabeza femoral con aplanamiento del borde acetabular y la cabeza femoral; hay cambios degenerativo importantes.

La presentación en el perro joven es normalmente entre los 5 y los 6 meses y viene marcada por una cojera importante.

No se considera que un perro está libre de displasia hasta que con dos años de edad ya cumplidos no se observan problemas ni incongruencias en las radiografías de control.

La alimentación es uno de los factores que predispone a la aparición de displasia de cadera, desequilibrios Calcio-Fósforo que debe guardar una correlación Ca1.6% – P1.1% y sobretodo no sobrealimentar ni aportar en exceso proteínas nos permite minimizar la incidencia de displasia de cadera. Una alimentación hipocalórica a partir de los 3 meses y hasta los 8 meses protege de la displasia sobretodo a perros con un rápido crecimiento. El exceso de peso a los 60 días es otro de los factores que predispone a la enfermedad.

La displasia de cadera en el cachorro debuta normalmente a partir de los 5 o 6 meses, antes no es posible observar ningún problema. El perro con displasia habrá sido completamente normal y se ha desarrollado sin dar señales de ningún problema. El debut suele presentarse como una cojera aguda que impide al perro jugar como lo había hecho hasta la fecha. Podemos observar cambios en las ganas de jugar, negativas a la hora de salir de paseo, de relacionarse con otros perros o con los propietarios. Son frecuentes los cambios de humor, los resbalones frecuentes de las patas traseras, la incomodidad e incluso rehúse a ser tocado y el hecho de “huir” de los niños en perros que hasta hace pocos días eran juguetones y cariñosos.

Algunas veces al cumplir el 90% del crecimiento entre los 8 y los 11 meses los signos pueden reducirse e incluso llegar a desaparecer. De todas maneras la displasia permanece y en muchos casos los problemas reaparecen pasado un tiempo y más temprano que tarde aparecen signos de artrosis en las caderas.

Los signos clínicos más frecuentes son:

*Cojera que puede aumenta con el ejercicio
*Caminar y trotar con balanceo de caderas
*Rigidez matutina
*Dificultad para levantarse
*Atrofia muscular
*Negativa a moverse
*Cambios en el humor
*Dolor a la palpación
*Signo de Ortolani.

Aunque existen métodos quirúrgicos: escisión del músculo pectíneo, triple osteotomía de cadera, artroplastia de la cabeza femoral, osteotomía de pubis, forage, prótesis de cadera al mayoría se practican cuando el perro es joven para, supuestamente disminuir la posibilidad de artrosis coxofemoral secundaria en la edad adulta. La prótesis de cadera debe reservarse para casos graves y una vez ha finalizado el crecimiento.

El tratamiento médico se basa en antiinflamatorios. Debemos incluir condroprotectores ya que  reducen la incidencia de artrosis y protegen el cartílago articular. Éstos son usados en perros sénior de forma muy general pero son muy útiles como proetector articular en perros en crecimiento, existen condroprotectores específicos para perros jóvenes. La reducción de peso, el ejercicio moderado y sobretodo regular son otros de los puntos básicos, así como las mejoras en el entorno y el hecho de dormir en un lugar cálido y alejado de las humedades.

La fisioterapia puede ayudar mucho a desarrollar mejor la musculatura a reducir el dolor, a sacar tensiones y eliminar compensaciones que el perro ha realizado con las posturas incorrectas y las posiciones antiálgicas.

La principal mejora en el entorno es dormir en un buen colchón terapéutico, no pasar frío ni exponerse a mucha humedad.

Podemos ayudar de muchas manera a nuestro perro con displasia de cadera, el ejercicio físico regular nos puede ser de mucha utilidad al mejorar la masa muscular que hace soportar mejor la mala congruencia articular, evitar los impactos, los saltos o las carreras descontrolas durante la presentación del cuadro son también elementos importantes. La fisioterapia y los masajes permiten tener siempre al perro en un estado muscular correcto, y todos los tratamientos coadyuvantes como son la acupuntura, masajes o reiki también pueden colaborar en el tratamiento. La última novedad son los soportes de cadera que ayudan a estabilizar la pelvis, dan soporte y mejoran mucho la calidad de vida de nuestras mascotas.

Este artículo sólo pretende informar. Consulta siempre con tu veterinario.

martes, 14 de octubre de 2014

¿RAZAS DE PERROS PELIGROSAS O DUEÑOS PELIGROSOS?

pitbull-cariñoso
“Perros potencialmente peligrosos” es la denominación que algunas legislaciones reservan para ciertas razas de perros que, por sus atributos físicos y su carácter temperamental, suponen un verdadero peligro para las personas en caso de confrontación. En esta lista negra encontramos razas como el pit bull americano, el rottweiler y el dogo argentino, cuya tenencia requiere de una licencia que acredite capacidad física y aptitud psicológica para controlar al animal. Un nuevo estudio publicado en la revista Applied Animal Behaviour Science podría sin embargo acabar con esta idea preconcebida de razas peligrosas, ya que asegura que la conducta agresiva del perro se debe en mayor medida a la conducta agresiva del dueño.

La agresión de cualquier perro hacia una persona no encuentra otro final posible que el sacrificio del animal, ya que, en esta situación, lo que a priori fue una mascota se torna en un auténtico riesgo para la salud pública. El objetivo de este estudio llevado a cabo por investigadores británicos era analizar la conducta agresiva de los perros en diversos contextos para identificar los factores de riesgo. A través de una encuesta realizada a 4.000 dueños de perros, los científicos encontraron que el carácter del propietario era determinante en el grado de agresividad de su mascota, en detrimento de la raza a la que pertenecía.

Según los datos recabados, los perros entrenados con castigo y refuerzo negativo tenían el doble de probabilidades de gruñir o morder a los extraños y tres veces más probabilidades de ser hostiles hacia los miembros de la familia. La mayoría de los cánidos no mostraron agresión en todos los contextos, lo que sugiere que este comportamiento es una respuesta aprendida en lugar de una característica intrínseca a la raza. La edad y el sexo del dueño condicionaban también el carácter violento del animal, siendo los varones de menos de 25 años los poseedores de perros más agresivos. Estudios previos ya habían vinculado una personalidad antisocial en hombres jóvenes con la predilección por dichas razas “potencialmente peligrosas”.

Fuente: Muy Interesante.

viernes, 3 de octubre de 2014

COMO FUNCIONA EL CEREBRO DE LOS PERROS



¿Se pondrá triste cuando lo dejo solo? ¿Me extrañará? ¿En qué estará pensando? ¿Soñará? ¿Por qué estará enojado? Quién, alguna vez, no se hizo estas preguntas, mientras miraba a su perro con los ojos perdidos o cuando, completamente dormido, movía su cola y una de sus patas.

Cada vez más estudios neurocientíficos nos alejan de esas dudas y reconocen la conciencia de los mamíferos y los pájaros. Según el neurocientífico canadiense Philipe Low, “todos los mamíferos, todas las aves y muchas otras criaturas como el pulpo, cuentan con las estructuras nerviosas que producen la conciencia. Esto significa que estos animales sufren”.

Junto a colegas de todo el mundo, Low firmó un manifiesto en el que se afirma que todos los mamíferos tienen conciencia. Entre los firmantes está el famoso físico Stephen Hawking, quien desde hace cuarenta años está completamente paralizado por una enfermedad degenerativa.

El médico veterinario Rubén Mentzel, especializado en comportamiento animal, afirma que “el cerebro de los perros funciona muy parecido al nuestro. La diferencia está, desde el punto de vista estructural, en una corteza cerebral con menos capas celulares y circunvoluciones. Y desde el punto de vista funcional, en un menor grado de procesamiento de la información. Si nos referimos a la capacidad de aprender, ellos son inteligentes. Si hablamos de procesar información previa para resolver nuevos problemas, también pueden. Pero, obviamente, menos que el ser humano”.

Lamentablemente, son muchos aún los que consideran a los perros como seres a los que sólo les basta recibir algo de comer y tener unos trapitos para dormir. Ni se les ocurre pensar que esos seres con mirada expresiva puedan recordar y extrañar.

“Los perros piensan y recuerdan -dice el doctor Ricardo Bruno, especialista en comportamiento animal-. Pero no se sabe a ciencia cierta si tienen la capacidad de pensar en abstracto sobre hechos a los que nunca estuvieron expuestos. O sea, no se sabe si tienen la capacidad de imaginar, o si solamente pueden recordar situaciones vividas y relacionarlas. Pero, por supuesto, si un perro vivió tres años con una familia y lo dan a otra, recordará a sus antiguos dueños. Y principalmente si vivió con ellos cuando era cachorro. También hay estudios que indican que los perros pueden reconocer la fonética de mucho más que 160 palabras”.
En su libro “De perros que saben que sus amos están camino a casa”, Rupert Sheldrake explica cómo los perros saben cuándo sus amos están de regreso al hogar o por qué los gatos se lanzan al teléfono cuando el que llama es uno de sus dueños.

“Los perros viven en un mundo que nosotros los humanos no vivimos -explica  Bruno- Hay un mundo de olores y sonidos que nosotros no podemos reconocer y ellos sí. Esta es la razón por la que algunos perros pueden saber que los propietarios están llegando. También son animales que aprenden por asociación de eventos (condicionamiento), por lo que puede haber muchas señales a las que los humanos no prestamos atención y ellos sí”.

Para Mentzel, otro de los motivos de esa cualidad canina puede ser la manera que tienen de manejar el tiempo: “Además de tener un espectro olfatorio y auditivo mucho más amplio que el nuestro, tienen una capacidad de pautar el tiempo que todavía no sabemos cómo funciona. Con respecto a si distinguen los colores, sí que lo hacen pero menos que nosotros y de una manera menos intensa. Principalmente ven el azul, verde y rojo.”

Es común ver a los perros pararse frente al espejo y mirar fijo ¿se ven, se reconocen? “No se reconocen como ellos mismos -dice Bruno-, sino que reconocen a un individuo de su especie, a otro perro. Es por eso que muchos perros al verse en un espejo empiezan a ladrarle como si fuera otro. Hay muchos estudios que muestran que hasta los peces luchan contra la imagen en un espejo. Los perros también sueñan; según estudios científicos, ellos presentan los mismos ritmos y patrones de sueño que los humanos. Lo que no puede saberse es qué sueñan, si lo hacen sobre situaciones ya vividas o hechos reales”.

Aún falta saber mucho sobre el cerebro de nuestros amigos, los perros y los gatos, pero de algo estamos seguros: cuanto más sabemos de ellos, más cerca están de nosotros.